Llegó un día a mi vida un gato, muy pequeño, con los ojos enormes y muy torpe. Blanco y según la raza de sus padres, sería muy peludo. Me intrigaba mucho este animalito, nunca había tenido uno antes.
Le presente su nueva casa, mi departamento. Como si fuese un bebé, le presenté cada rincón de la casa. Su nombre era Apolo, y mas que por alguna relación con su apariencia, yo buscaba un gato y ese gato se llamaría Apolo.
Pasó su primera noche haciendo sonidos extraños que luego supe que se trataban de maullidos. Era tan divertido que le encantaba escalarme mientras cocinaba y se acostaba en mi espalda. Le gustaban mucho. Era muy protector y muy juguetón, al punto que siempre dormía fuera de mi cuarto porque le gustaba mucho (aún le gusta) morderme los dedos mientras dormía.
Pasaban los días y mientras yo iba aprendiendo de como cuidar a un gato, el se iba apropiando de la casa. Pero respetábamos los horarios de dormir donde cada uno se iba por su lado.
Un día mientras dormía, a eso de las 3am, me desperté asustado. Sentía una presencia aplastándome el pecho. La presencia era invisible, pero yo sentía como me aplastaba y no me dejaba respirar ni mover.
Apolo se había convertido ya en mi familia y si algo sabía era que yo tenia que abrirle la puerta para que entre a enfrentar al demonio que estaba evitando que yo duerma. No tengo idea de donde habré sacado las fuerzas para pararme y abrirle la puerta.
Ahí estaba el, tan pequeño como el primer día, con su naricita rosada y su cara muy muy adorable que solo daban ganas de aplastarlo a besos. Inmediatamente se frotó contra mi y todo mi cuerpo, como si me estuviese limpiando, luego salió de la habitación y en el corredor yo escuché como este pequeño y adorable animalito se convertía en un gigante tigre de bengala y como su voz tierna y arrulladora se volvía un rugido enorme que se multiplicaba con el eco del pasillo.
Nunca vi que realmente sucedió en ese pasillo y que espíritu me estaba molestando, pero recuerdo a apolo regresar y seguir maullando por su desayuno. Le abrí un sobre de la comida húmeda que tanto le gusta y se lo comió rápidamente, luego se fue al estudio y se sentó en mi silla amarilla donde me solía sentar a trabajar y durmió ahi hasta casi el día siguiente.
Ese día comprendí que no solo había adoptado a un gato, sino que la vida me había regalado a un compañero, al guía protector que tanto necesitaba yo en ese momento. Pasaron los días y nos empezamos a conocer mas. Era muy interesante nuestra dinámica. Yo llenaba su plato de comida cuando estaba vacío, el solo comía cuando quería. Lo mismo con el agua, que por cierto nunca tomaba, luego entendí por que: A quien puede gustarle refrescarse con agua caliente y empozada. Meses después llegó la super fuente de agua y ahora su agua es helada y esta en movimiento.
Al principio me generaba mucho interés su pasividad y terminé comprendiendo la “causa efecto”; si yo por ejemplo lo llevaba a castrar, el con todas sus fuerzas y las patitas traseras adormecidas orinaría mi cama, se llama venganza también, pero es una palabra muy fuerte para un ser muy adorable como Apolo.