Son las tres de la madrugada y la vibración del celular de Felipe lo termina por despertar. Felipe que acababa de llegar desde Venezuela hace un mes, llevaba ya algunos días sin dormir. El estrés de dejar su tierra por un problema de faldas le quitaba el sueño. Afortunadamente había conseguido un trabajo inmediatamente con el primo de su primera novia de la escuela, Ana; y pese a no tener las mejores condiciones laborales, pues trabajo es trabajo.
Limpiar muebles y casas no era precisamente para lo que se había preparado en la escuela de arquitectura, pero era eso que por un tiempo, le ayudaría a pagar las cuentas en su nuevo “hogar”.
El trabajo no era complejo, solo tenía que agregar los mágicos químicos y usar las poderosas maquinas que entraban en la parte de atrás de su moto y listo, una manguera y un toma corriente de 110v y Felipe estaba del otro lado y le iba muy bien, lo estaba disfrutando.
Aquella madrugada le había llegado uno de los tantos mensajes extraños de siempre, entre ofrecimientos sexuales de clientes que ya se la habían insinuado en sus horas laborales hasta propuestas monetariamente atractivas para limpiar la sangre que había derramado un cerdo en el asiento trasero de un auto blindado con marcas de bala.
Este era un mensaje diferente:
“Tenemos una emergencia, paso por ti a las 06h00”
Simple y preciso; recordó que cuando Fabián, su jefe, era simple y preciso con el, era por que algo raro estaba pasando.
Felipe estuvo listo a la hora pactada, en la esquina de su casa, recién bañado y con su uniforme de camiseta con cuello blanca y jean azul perfectamente limpio. Fabián pasó por el muy puntual en la camioneta de la empresa, con todos las herramientas necesarias como para limpiar un cementerio completo.
Fabián, como todo buen jefe, había llevado el desayuno para Felipe; dos panes de dulce de la tienda y una leche de chocolate para empezar bien el día. Fabian sin embargo no era un jefe cualquiera, sus panes de dulce tenían queso adentro.
Llegaron al sitio que necesitaba limpieza. Felipe no entendía la prisa y Fabián no había sido muy explícito con la historia real. En cuanto se bajaron del auto una cinta amarilla que cruzaba los postes de luz y que decía “no pasar” les impedía el paso. Un policía se les acercó:
Policía
Vayan para allá, no hay nada que ver aquí
Fabián
Somos del servicio de limpieza, la ubicación nos marca en esa casa.
Policía
Uf… pasen.
Felipe y Fabián entraron en la casa. Mucha gente; entre forenses, policías y paramédicos, entraban y salían del lugar. Felipe no tenía ni idea de donde estaba y por que. Una señora de unos 85 años los recibió y guió hacia la habitación del trabajo.
Felipe y Fabián quedaron en shock cuando la señora abrió la puerta de la habitación. Era una habitación medianamente grande, con una maquina de gimnasio en el centro, de esas que sirven para endurecer los pechos. En ella estaba sentado un señor de unos 40 años, una persona grande y a juzgarlo por su apariencia, gozaba de un privilegiado mal humor.El olor era tan nauseabundo, imposible de describir, pero según Felipe no había olido algo tan nauseabundo en toda su vida. El impacto fue tal que fue inevitable preguntar a alguien que había sucedido.
Resulta que el señor que estaba sentado en la maquina, había muerto. Si, había sucedido hace un par de días y el cuerpo ya estaba “explotando”; pero no explotando como si se tratara de un terrorista. Poco a poco los gases de su cuerpo sin vida buscaban salida urgente y la encontraban, a través de los ojos, por ejemplo, porque ya no tenía ninguno.
La habitación tenia restos de este señor por toda la habitación y mientras los forenses seguían fotografiándolo y buscando su mejor ángulo, el seguía explotando.
Al parecer su forma violenta de ser le había ocasionado esto. Su madre, a quien golpeaba con frecuencia, tenía prohibido abrir la puerta de su dormitorio y al mismo tiempo tenia la orden de dejar la comida, que ella cocinaba para el, fuera de su habitación, en el pasillo.
La madre habría estado sorprendida de que su hijo haya pasado algunos días sin comer y con el sentido común al mínimo y al máximo al mismo tiempo, había decidido abrir la puerta esa noche. Bueno, el mal olor también ayudo a que su madre tome la decisión de exponer su vida y ver que sucedía en la habitación de su hijo.
Esta situación fue la causa del despido de Felipe y ahora trabaja muy feliz cuidando gatos en un café de la ciudad; ya no recibe llamadas extrañas y su vida está llena de pelos y alérgicos que visitan el lugar con el fin de tener un poco de contingencia emocional de parte de los gatos.